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Para comprender mejor la magnitud del cáncer de próstata en México, es útil analizar no solo el número total de defunciones sino también su distribución en relación con la población de cada entidad federativa. A continuación, se presentan dos gráficas complementarias que permiten observar el fenómeno desde ambas perspectivas:
La primera gráfica muestra el número absoluto de defunciones por cáncer de próstata registradas en 2023 en cinco entidades federativas con alta carga de enfermedad. Este enfoque permite identificar a los estados que reportan la mayor cantidad de muertes, siendo el Estado de México el que encabeza la lista:
Figura 1. Número de defunciones por cáncer de próstata en algunas entidades federativas. Fuente: INEGI (2).
Sin embargo, debido a que entidades como el Estado de México o Ciudad de México tienen una población significativamente mayor que otros estados, resulta necesario utilizar una medida estandarizada que permita comparar de forma equitativa la carga de mortalidad entre regiones. Para ello, se emplea la tasa de defunciones por cada 100,000 habitantes.
La siguiente gráfica muestra las tasas ajustadas por población, lo cual revela diferencias importantes: algunas entidades con menor población, como Jalisco o Nuevo León, presentan tasas relativamente altas a pesar de tener menos casos en términos absolutos. Esto indica una mayor proporción de muertes por cáncer de próstata respecto al tamaño de su población masculina.
Figura 2. Tasa de defunciones por cáncer de próstata por cada 100,000 habitantes. Fuente: INEGI (2).
Estas dos perspectivas —números absolutos y tasas— deben ser consideradas de manera complementaria para un análisis integral. Mientras la primera resalta el volumen de muertes y la presión sobre los sistemas de salud estatales, la segunda pone en evidencia el riesgo relativo que enfrentan los hombres en cada entidad. Esta información es fundamental para orientar las estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento en función del contexto demográfico y epidemiológico de cada región.
Al considerar el panorama general de la salud masculina en México, es fundamental ubicar al cáncer de próstata dentro del conjunto de las principales causas de mortalidad. De acuerdo con los datos del INEGI, en 2022, las primeras causas de muerte entre los hombres fueron las enfermedades del corazón, la diabetes mellitus, y en tercer lugar los tumores malignos. Dentro de este último grupo, el cáncer de próstata destaca como la principal causa de muerte por cáncer en hombres adultos, superando incluso al cáncer de pulmón y al colorrectal (2).
Este dato subraya la carga específica que representa esta enfermedad para la población masculina, especialmente a partir de los 60 años. No obstante, si bien otras enfermedades crónicas como la cardiopatía isquémica o la diabetes provocan un mayor número total de defunciones, el cáncer de próstata posee una carga silenciosa y muchas veces subestimada debido a su progresión lenta y a la falta de síntomas iniciales. Esta realidad refuerza la necesidad de incluir el cáncer de próstata no solo como prioridad oncológica, sino como un problema relevante de salud pública dentro de la atención integral al hombre adulto.
Además, la combinación de factores culturales, desigualdades estructurales en el acceso a la salud y baja participación de los hombres en servicios preventivos contribuye a que esta enfermedad se detecte en etapas tardías, cuando las posibilidades de tratamiento efectivo son menores. Por lo tanto, fortalecer la cultura del autocuidado masculino, invertir en campañas de información y ampliar la cobertura de servicios de detección oportuna son acciones urgentes y necesarias para revertir esta tendencia.
A nivel mundial, miles de personas están en listas de espera para recibir un órgano; según la Organización Mundial de la Salud, cada año se realizan aproximadamente 130,000 trasplantes, pero la demanda supera con creces esta cifra. De acuerdo con el Sistema Informático del Registro Nacional de Trasplantes (SIRNT), al 05 de junio 2025 existen 19,322 receptores en espera de un trasplante, distribuyéndose de la siguiente manera: 16,320 trasplantes de riñón, 2,721 trasplantes de córnea, 242 trasplantes de hígado, 19 trasplantes de corazón, 9 trasplantes de hígado-riñón, 6 trasplantes de riñón-páncreas, 2 trasplantes de pulmón, 1 trasplante de corazón-pulmón, 1 trasplante de páncreas y 1 trasplante de corazón-riñón.
En México a pesar de que, en el 2024, la cifra alcanzó 6,331, un promedio de 17.3 por día; se trata de una cifra que, aunque significativa, resulta insuficiente frente a la creciente demanda; al 1 de abril de 2025 se habían realizado 1,561 trasplantes en México, la lista de receptores en espera de un trasplante era de 18,908. Durante el año 2024 en el Estado de México se registraron 472 personas donantes, lo que permitió la procuración de 1,254 órganos y tejidos, principalmente riñones, córneas e hígados, así como múltiples tejidos. Además, se realizaron 104 trasplantes de donador cadavérico y 68 de donador vivo, haciendo un total de 172 trasplantes. El Estado de México se posiciona como líder a nivel nacional al contar con el único Banco de Tejidos del país que procesa diversos tipos de tejidos humanos con fines de trasplante, bajo estrictos estándares internacionales; esta infraestructura convierte a la entidad en un referente nacional en materia de salud y trasplantes.
La primera descripción de esta enfermedad data de 1765 por Claude Nicolas Le Cat; posteriormente, en 1879, Kaposi detalló los principios patológicos y observó ausencia de melanocitos en lesiones de vitíligo. En 1950 Stüttgen y Tein del describieron múltiples familias con vitíligo y afectación adicional de los miembros de las familias por enfermedad tiroidea autoinmunitaria, lo que constituye una de las primeras hipótesis de una herencia compleja. En 1960 comenzaron a identificarse los genes de susceptibilidad genética al vitíligo. La prevalencia del vitíligo es del 0.5% al 2% de la población mundial; es el trastorno despigmentante más frecuente, afecta a niños y adultos de todas las razas. Existen países donde se ha registrado mayor prevalencia: India con 8.8%, México 2.6% a 4% y Japón 1.6%.
En México, el vitíligo afecta a más de un millón de habitantes y se ubica entre las tres a cinco primeras enfermedades dermatológicas más comunes.
El vitíligo se clasifica en dos formas clínicas, no segmentario y segmentario. El primero es la forma más común y se caracteriza por manchas acrómicas, bilaterales, simétricas y, a su vez, puede tener subtipos clínicos, como el vitíligo generalizado, acrofacial, de mucosas, universal y mixto. Aparece a la edad de 10 a 30 años, pero puede manifestarse en todas las edades.
El vitíligo segmentario es menos común, representa del 5% al 16% de los casos, es unilateral o en forma de banda; inicia de manera temprana antes de los 30 años en el 87% de los casos y tiende a detener su progresión de manera rápida. Es importante diferenciar el tipo de vitíligo pues tiene implicaciones en el curso clínico y tratamiento.